¿Qué es la Democracia?


La Democracia es un sistema de toma de decisiones públicas que, junto con el principio de legalidad, la separación de poderes y el respeto de los derechos fundamentales, conforman el Estado de Derecho. La Democracia cuenta con algunos requisitos y garantías formales y materiales que deben acompañar necesariamente la forma en la que se toman las decisiones.

Origen y significado del término

Democracia es un término que se inventó hace 2.500 años en Grecia. Se formó con dos palabras: demos, que significaba pueblo y kratía que significaba poder máximo. La unión de ambos términos, Demokratía, vino a significar desde entonces aquel sistema político en el que el poder máximo, lo que ahora llamamos soberanía, reside en el pueblo en su conjunto. Conviene no olvidar esta etimología de la palabra porque explica cuál es el significado más profundo de democracia.

No hay una única forma de organizar la democracia; esto es, el ejercicio del poder por el pueblo. En primer lugar, porque el pueblo no siempre ha tenido ese poder supremo: no lo tuvo en toda la Edad Media ni tampoco en la Edad Moderna. Históricamente sólo podemos hablar de democracia en la Grecia clásica, en algunas ciudades italianas del Renacimiento y del reino de Aragón, y en una minoría de países a partir del siglo XIX. La mayor parte de la historia de la humanidad, los hombres y mujeres han vivido bajo otras formas de poder, sean estas tiranías (el poder de uno sólo y sin límites),  aristocracias (el poder de los “mejores”), u oligarquías (el poder de una minoría). La democracia ha sido una conquista de la humanidad en su lucha por la igualdad.

Este sistema excepcional que es la democracia (poder máximo en manos del pueblo) se ha presentado históricamente en dos formas diferentes: la democracia directa y la democracia indirecta.

Democracia directa

La Grecia clásica (siglos V y IV a.C) inventó la Demokratía en su forma de democracia directa. El fundamento de su gobierno se basaba en la igualdad; el ideal más querido de los atenienses. Ello suponía, al menos, lo siguiente: a) todos los ciudadanos eran iguales en derechos políticos (derecho a elegir y derecho a ser elegido); b) las decisiones del Estado de Atenas se tomaban en la Asamblea a través de un sistema en el que cualquiera podía hacer las propuestas que estimara mejores para la ciudad; se sometían a votación y se decidía por mayoría; c) Los cargos públicos – arcontes, generales, embajadores, etc.- se repartían mediante sorteo entre todos los ciudadanos sin elección y sin distinción de clase social, d) los cargos tenían una duración anual y e) al final del mandato todos los cargos públicos tenían que rendir cuentas de su gestión y de la utilización correcta de los recursos.

Pese a la genialidad de los atenienses al inventar un sistema como este, no se puede olvidar que se trataba de una ciudad, Atenas y el resto del Ática (unos 300.000 habitantes) lo que la hacía más fácilmente gobernable. Y que la mayoría de los habitantes de Atenas – mujeres, esclavos y extranjeros o metecos- carecían de derechos políticos. Esta forma de democracia desapareció en el año 322 a.C cuando los generales de Alejando Magno conquistaron Atenas.

La democracia desapareció y, si exceptuamos algunas experiencias en el Renacimiento, no se recuperó la idea de la democracia hasta el siglo XIX.

La Democracia indirecta.

En el siglo XIX de nuestra era despertó la democracia. Pero bajo una forma diferente conocida como democracia indirecta. Los Estados modernos no eran ya pequeñas ciudades como Atenas o como algunos cantones suizos o las ciudades italianas del Renacimiento. Ahora la población de los Estados se contaba ya por millones de habitantes imposible de reunirlos en Asamblea. Por otra parte los problemas de estos nuevos y grandes Estados eran mucho más complejos – economías cada vez más dependientes del comercio internacional, necesidades de defensa cada vez más sofisticadas, lucha por ampliar las dimensiones territoriales del Estado, etc.- y necesitaban de una preparación mayor en sus gobernantes.

Y se inventó otra forma de democracia, diferente a la de Atenas o directa. Es la que conocemos como democracia indirecta. En ella el pueblo sigue siendo el titular del poder supremo pero, dada las dimensiones de los Estados y la creciente complejidad de las tareas de gobierno, el poder lo ejerce el pueblo a través de representantes, que él elige, nombre y controla. La idea capital es la de representación. El esquema de una democracia representativa es en términos generales el siguiente:

  • a) el poder reside en el cuerpo formado por todos los ciudadanos,
  • b) los ciudadanos eligen a sus representantes,
  • c) los representantes del pueblo toman las grandes decisiones para ordenar la sociedad; esto es, ejercitan el poder legislativo,
  • d) los representantes eligen a los miembros del gobierno y controlan permanentemente su gestión,
  • e) los representantes toman todas sus decisiones mediante el voto y la decisión que cuenta es la de la mayoría,
  • f) la mayoría no puede negar o limitar el derecho de la minoría a convertirse en mayoría siempre que cuente con el apoyo mayoritario de los ciudadanos.

Es decir, la democracia indirecta es aquella forma de ejercicio del poder en la que el pueblo sigue detentando el poder supremo, lo ejerce mediante elecciones periódicas, se aplica el criterio de la mayoría,  se respeta escrupulosamente el derecho de la minoría a convertirse en mayoría. Para hacer funcionar este esquema de democracia se necesitan reconocer y garantizar previamente algunos derechos y libertades como la libertad de conciencia, de religión, de expresión de las ideas, de participación política, el sufragio activo y pasivo universal, etc.

La forma más conocida de democracia indirecta es la que también llamamos democracia parlamentaria.

Nuestra democracia

El pueblo español, a través del referéndum en el que ratificó el texto de la Constitución, optó por la democracia parlamentaria o democracia indirecta. Lo dice nuestra Constitución en su artículo 1.1: España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Y sigue diciendo en el artículo 1.2: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Y añade en el artículo 1.3: la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”. El título III y el V de la Constitución regulan el funcionamiento de las Cámaras donde se reúnen nuestros representantes. El título IV de la Constitución regula el funcionamiento del Gobierno, elegido por nuestros representantes y, por tanto indirectamente por nosotros. El titulo VI organiza la Justicia que (artículo 117) “emana del pueblo”. Y el título X de la Constitución establece los procedimientos por los que el pueblo, en ejercicio de su soberanía, puede modificar e incluso cambiar todo el texto constitucional.

En nuestra democracia, pues, todo el poder – directa o indirectamente- reside en el pueblo español.

A diferencia de lo que ocurría en el siglo XIX donde los ciudadanos conocían a los candidatos y les elegían por su prestigio personal, en nuestra democracia tiene una importancia capital los partidos políticos que reúnen a los candidatos de diferentes ideologías o programas. Los ciudadanos, salvo en las elecciones al Senado, tienen en cuenta a la hora de votar no tanto la personalidad del candidato como el programa de los partidos, que (según artículo 6 de la Constitución) “expresan el pluralismo político y concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular”. Esto es, nuestra democracia indirecta y parlamentaria es también una democracia de partidos.

La democracia no es un sistema estático, como hemos visto, sino que ha ido evolucionando y seguirá adaptándose a los problemas de cada sociedad. Funcionamos mediante representantes pero los ciudadanos también quieren tener más participación en las decisiones: por eso se habla de que tiene que ser una democracia mas participativa. Y queremos ser más oídos: y por eso se aspira a que sea también una democracia deliberativa. La ciudadanía tiene que abrirse a otros colectivos – inmigrantes, por ejemplo- que viven con nosotros y están excluidos de la vida política: y por eso necesitamos una democracia más inclusiva.

Como muestra la historia desde hace 2.500 años, la democracia no es ni puede ser definitivamente perfecta. Cada sociedad tiene que adaptarla a sus necesidades y mejorarla, sin perder el núcleo capital de la misma, que es el siguiente: el poder supremo tiene que residir siempre en el pueblo.

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Actualizado el 17 agosto 2021

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